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MoRaDa de CrIaTuRaS

SHIANIN

Anoche estuvimos Cristina y yo tomándonos unas cañas en LAS TAPAS DE TONI. La cocinera; y mujer de Toni, el camarero, es filipina. No sé como salió el tema, pero nos empezó a hablar de sus dos niñas con Toni, de su niña con su ex, y de la niña de toni con su respectiva ex. Una de sus niñas se llamaba Shianin. La que había salido de la relación de Sheila (que así se llama la cocinera y mujer de Toni) y su exmarido.
Nada más escuchar el nombre nos encantó. Cristina adora los nombres raros y bonitos. Imagino que los nombres bonitos los adorará todo el mundo, pero ella tiene una sensibilidad especial con la originalidad, y Shianin no es que se llame mucha gente en España.

Después de hablar de sus niñas, del porqué se vinieron a Puertollano a vivir y de por qué pusieron un bar, pagamos la escasa cuenta y nos fuimos.

La noche no era para ir en manga corta, así que aún con el pluma puesto y abrochado hasta la barbilla, abracé a Cristina y nos marchamos caminando a paso rápido hacia casa.

El paseo estaba repleto de hojas caidas de los árboles. Era como el camino de oro de Alicia en el país de las maravillas. Todo era precioso para un pintor, el frío, asesino de vagabundos sin cobijo, era bonito percibido desde nuestro punto de vista: abrazos, cariñitos, y después de un rato andando, el calor de nuestros hogares.

Pero algo se cruzó en nuestro camino, o mejor dicho, nosotros nos cruzamos en su camino. Mientras charlábamos de cuan bella es la vida cuando se crea una familia, miré al suelo y en medio de todo el mar de hojas doradas se encontraba un gatito al que apunto estuvimos de pisar. La avisé a tiempo y nos detuvimos para intentar acariciarlo. Normalmente los gatos son poco propicios a que los acaricies, y más si son salvajes. Pero éste se dejó, nos miró con esos ojitos con los que nadie podría negarle nada, y nos maulló, levemente. Lo acariciamos como si hubiera sido nuestro desde toda la vida. Nos miramos el reloj y al ver las horas que eran, decidimos dejar de acariciar al gato. Cristina tenía que estudiar para un exámen importantísimo que tenía hoy. Pero cuando quisimos marcharnos, el gato maulló de nuevo e intentó caminar, pero una de sus patitas traseras estaba inmóvil. No sabíamos que le podía haber ocurrido pero el gato no era capaz ni de moverse del sitio. No podíamos dejarlo allí abandonado a la suerte de la gélida noche, de su inmóvil pata y de las posibles pisadas de las demás personas.

Así que llamamos a la madre de Cristina, y tras la negativa de que se quedara en su casa (cosa comprensible, teniendo cuatro gatos y un perro), optamos por coger una caja de cartón, meterlo allí y llevármelo yo a mi casa. Primero pasamos por la casa de Cristina que me dio alimento para poder darle de comer al gato anoche noche, una cajita de plástico, una toalla y arena.

Yo no puedo quedarme con el gato, que por cierto, es gata, y la llamamos Shianin, pero esta tarde vamos a llevarla al veterinario a ver si le pueden sanar esa patita mala y podemos soltarlo otra vez por el paseo por donde imaginamos que tendrá a su familia y por donde imaginamos que vivirá como antes del percance de la pata.

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